En su columna de opinión, Juan Pablo Castillo, jefe de Comunicaciones de Rayen Salud, recuerda que el propósito fundamental de las Industrias Tecnológicas, en esencia, es colaborar con el bienestar de la ciudadanía y aportar con movilidad, acceso y oportunidades.
Por Juan Pablo Castillo Barbosa - Rayen Salud
La Tecnología es la expresión de las culturas para resolver, desde la innovación, problemas que devienen de los actuales desafíos sociales, lo que la define a sí misma como sustentable. Su desarrollo ha permitido optimizar procesos, automatizar tareas y eliminar toneladas de papel y plástico en prácticamente todas las industrias. Esto se suma a un rol fundamental que ha tomado en la democratización de la información y el acceso universal a educación, trámites e, incluso, atenciones de salud.
La Tecnología, por tanto, tiene un rol social. Su esencia es colaborar con el bienestar de la ciudadanía y aportar con movilidad, acceso y oportunidades. Este debe ser el propósito fundamental de aquellos que nos desempeñamos en el sector, sin perder el rumbo.
No podemos olvidar el enorme potencial que tiene la Tecnología de transformar la sociedad -cosa que ya ha hecho- y de convertir el mundo en un lugar más justo, igualitario y próspero para todos y todas. Por tanto, definir en qué espacios invertimos el desarrollo digital es fundamental, para atender las necesidades reales de la población y abordar los grandes desafíos de la humanidad, como las inequidades, el hambre o la falta de acceso a energía, empleo, educación y salud.
La digitalización en todos los espacios de la sociedad avanza a pasos agigantados, sin dejarnos -muchas veces- percibir el real impacto y beneficio que nos trae a diario. Lo cierto es que, a medida que avanza, también genera nuevas brechas “virtuales” e inequidades, que deben ser percibidas y abordadas por la industria con acciones concretas, que rescaten el rol social de lo que hacemos y colaboren con un mundo mejor y más sustentable.
La oportunidad es única. En la historia de la humanidad, ningún desarrollo o política pública ha logrado adquirir la velocidad, dinamismo y penetración que hoy tiene la incorporación de tecnologías, que -a su vez- ha ido permeando cada espacio de la sociedad. Por ende, la responsabilidad de la industria tecnológica es profunda, puesto que cada decisión que se tome sobre dónde invertir o innovar puede tener un impacto enorme y disruptivo.
En ese sentido, algunos utilizan el concepto de “Tecnología Social” para definir a un grupo de innovaciones que, por medio del desarrollo digital, buscan solucionar problemáticas sociales, humanas y medioambientales. Lo cierto es que la tecnología en su conjunto tiene y debe cumplir un rol social, desde una mirada ética, y ponerse a disposición del buen uso, desde una mirada valórica, puesto que incorporarla no es un objetivo en sí mismo, sino que un camino o herramienta para resolver problemas que afectan a la sociedad.
Garantizar el acceso a agua potable, optimizar el uso de energías renovables, fomentar una economía más ética y una producción sostenible, adaptar las ciudades para ser más habitables y respetuosas con el medioambiente, combatir las desigualdades, descentralizar las oportunidades y empleos, y garantizar la universalidad del acceso a salud y educación, son sólo algunos de los objetivos de desarrollo sostenible en los que la tecnología tiene un rol y una importante tarea.
Es, por tanto, la tecnología una gran aliada en los desafíos del futuro (y el presente) y, más allá del mero objetivo de desarrollarla, su propósito debe seguir siendo el colaborar con el bienestar social y combatir las problemáticas que amenazan el Planeta y a la humanidad. Por ende, la responsabilidad de las industrias encargadas del desarrollo digital y tecnológico es enorme, proporcional a las expectativas que la población tiene de ellas, por lo que rescatar su rol social y su aporte en la sustentabilidad como valor estratégico de su gestión y crecimiento es, por decirlo menos, clave y prioritario.
En su columna de opinión, Juan Pablo Castillo, jefe de Comunicaciones de Rayen Salud, recuerda que el propósito fundamental de las Industrias Tecnológicas, en esencia, es colaborar con el bienestar de la ciudadanía y aportar con movilidad, acceso y oportunidades.
Por Juan Pablo Castillo Barbosa - Rayen Salud
La Tecnología es la expresión de las culturas para resolver, desde la innovación, problemas que devienen de los actuales desafíos sociales, lo que la define a sí misma como sustentable. Su desarrollo ha permitido optimizar procesos, automatizar tareas y eliminar toneladas de papel y plástico en prácticamente todas las industrias. Esto se suma a un rol fundamental que ha tomado en la democratización de la información y el acceso universal a educación, trámites e, incluso, atenciones de salud.
La Tecnología, por tanto, tiene un rol social. Su esencia es colaborar con el bienestar de la ciudadanía y aportar con movilidad, acceso y oportunidades. Este debe ser el propósito fundamental de aquellos que nos desempeñamos en el sector, sin perder el rumbo.
No podemos olvidar el enorme potencial que tiene la Tecnología de transformar la sociedad -cosa que ya ha hecho- y de convertir el mundo en un lugar más justo, igualitario y próspero para todos y todas. Por tanto, definir en qué espacios invertimos el desarrollo digital es fundamental, para atender las necesidades reales de la población y abordar los grandes desafíos de la humanidad, como las inequidades, el hambre o la falta de acceso a energía, empleo, educación y salud.
La digitalización en todos los espacios de la sociedad avanza a pasos agigantados, sin dejarnos -muchas veces- percibir el real impacto y beneficio que nos trae a diario. Lo cierto es que, a medida que avanza, también genera nuevas brechas “virtuales” e inequidades, que deben ser percibidas y abordadas por la industria con acciones concretas, que rescaten el rol social de lo que hacemos y colaboren con un mundo mejor y más sustentable.
La oportunidad es única. En la historia de la humanidad, ningún desarrollo o política pública ha logrado adquirir la velocidad, dinamismo y penetración que hoy tiene la incorporación de tecnologías, que -a su vez- ha ido permeando cada espacio de la sociedad. Por ende, la responsabilidad de la industria tecnológica es profunda, puesto que cada decisión que se tome sobre dónde invertir o innovar puede tener un impacto enorme y disruptivo.
En ese sentido, algunos utilizan el concepto de “Tecnología Social” para definir a un grupo de innovaciones que, por medio del desarrollo digital, buscan solucionar problemáticas sociales, humanas y medioambientales. Lo cierto es que la tecnología en su conjunto tiene y debe cumplir un rol social, desde una mirada ética, y ponerse a disposición del buen uso, desde una mirada valórica, puesto que incorporarla no es un objetivo en sí mismo, sino que un camino o herramienta para resolver problemas que afectan a la sociedad.
Garantizar el acceso a agua potable, optimizar el uso de energías renovables, fomentar una economía más ética y una producción sostenible, adaptar las ciudades para ser más habitables y respetuosas con el medioambiente, combatir las desigualdades, descentralizar las oportunidades y empleos, y garantizar la universalidad del acceso a salud y educación, son sólo algunos de los objetivos de desarrollo sostenible en los que la tecnología tiene un rol y una importante tarea.
Es, por tanto, la tecnología una gran aliada en los desafíos del futuro (y el presente) y, más allá del mero objetivo de desarrollarla, su propósito debe seguir siendo el colaborar con el bienestar social y combatir las problemáticas que amenazan el Planeta y a la humanidad. Por ende, la responsabilidad de las industrias encargadas del desarrollo digital y tecnológico es enorme, proporcional a las expectativas que la población tiene de ellas, por lo que rescatar su rol social y su aporte en la sustentabilidad como valor estratégico de su gestión y crecimiento es, por decirlo menos, clave y prioritario.
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